Despertar

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Hoy, Hache se ha acostado tarde, demasiado. Tenia trabajo, pero finalmente no ha conseguido acabar las otras cosas que empieza para el mientrastanto. Y como es habitual los últimos dias, desde el fin de semana concretamente, no ha podido acudir a su cita a primera hora.

Ahora, sentado con el café delante, lee el texto una y otra vez. No se cansa de leerlo, como si de su epitafio se tratara. De repente éste último pensamiento le arranca una sonrisa. Seria bonito que alguien con esa sensibilidad y dulzura se encargase de dedicarle unas últimas palabras el dia que él se muriese. Últimamente estos rollos de la muerte ya no le afectan tanto, después de lo vivido con la enfermedad de su padre.

La imagen es del flickr de Joan Català
La vida es para vivirla y sentirla. Nadie piensa en su muerte, pero si la gente lo hiciese se daría cuenta de lo frágiles que somos y lo pasajero de cada momento, se repite cuando está agobiado. Su visión del mundo ha cambiado desde ésto. La gente le importa, pero lo que le hacen ya no. Los gestos pequeños cogen peso, tanto que Hache ya no puede vivir sin dar un abrazo diario, o un ligero beso en la mejilla a alguien cercano, aunque esto no puede explicarlo, pues no le comprenderian. A su padre, casi nunca lo besó. Lo que, sin embargo, a Hache ya no le importan son los grandes problemas que nos bloquean el paso para vivir. El mundo sí tiene problemas, piensa. La muerte de su padre, a diferencia de lo que otros podrian pensar, le ha hecho decidir que quiere hacer algo importante, algo que se recuerde. No busca fama, solo ser útil, aportar. Enrique, un amigo, le dijo algo que le marcó, ese fatídico dia de julio: La gente no muere cuando se muere, sinó cuando nadie la recuerda. Hay personas que viven muchos años después de muertas, en el recuerdo de los demás. Otras, sin embargo, llevan muertas mucho antes de su fallecimiento, nadie las recuerda, nadie piensa en ellas. A Hache le jode que su padre fuese del segundo tipo. Y él ya ha superado esa fase en que tras la decepción de una vida poco modélica, todo ha de ser diferente a la vida de su padre. Él vivió trabajando, y no vivió. Hache quiere algo más.
Esto de vivir sin televisión me gusta, piensa. Y disfruta unos segundos de la extraña ventaja que le proporciona llegar justo a fin de mes.
Hache se ha pasado la mañana en la luna. Leyendo el texto. No sabe si lo que le gusta és el personaje o quien lo escribe, una conocida. Bueno, si lo sabe. Pero todavia no se ha dado cuenta. Iba a mojar galletas en el café, pues tiene hambre. Pero decide, de un arrebato, levantarse a por papel y bolígrafo para anotar todas las cosas que le pasan por la mente. Antes lo hacia, a veces. Antes es hace más de diez años, cuando tenia diecisiete, dieciocho o veinte. Desde entonces escribir pasó a segundo plano, pero con esa edad lo hacia casi diariamente. Otra sonrisa le asalta esta vez para recordarle que dejar de comer para escribir suena a escritor inspirado con prioridades poco sanas, y eso le gusta.

No sabe como pasa, pero en a penas dos minutos, entre sorbo y sorbo de café caliente, llena una hoja con ideas. Y sin pensarlo a penas, pone música y abre un editor de textos en su pc. Mientras se carga (no tarda mucho) empieza a sentir ese cosquilleo, venga, venga, que se me olvidará. Es curioso, pero una vez empieza a teclear, su cabeza va más rápido que los dedos. Tiene la sensación de perder buenas ideas, mejores frases por no poder escribirlas a doble linea. Pero aparecen otras. ¿Como ha llegado a sentir esto de nuevo? ¿A que se debe que, de repente, vuelva a dejarlo todo para escribir?

La imagen es del flickr de Joan Català
Hace tiempo que Hache no se sentia tan prolífico. Tiene ganas de más. Es como si despertase de un letargo de años. Si fuese el principe de Blancanieves, diria que alguien, sin duda le ha dado un buen revolcón, y se ha despejado para siempre. Mira por la ventana en busca de la Luna, de la que todavia no ha bajado. Sin decidirlo, ya es su musa. La décima. Una musa secreta, prohibida. Nadie más que él la invoca en busca de inspiración y quien sabe si de algo más. Tal vez de ilusión. O tal vez de valentia. Hache no lo sabe. Y nadie tampoco debe saberlo, de lo contrario seria como explicar esos inocentes besos o abrazos que su cuerpo en alma le piden cada mañana desde la muerte de su padre: inútil, pues nadie lo comprenderia y muchos lo vetarian por prohibido.

Hoy Hache, está en la Luna, escribiendo solo para ella. Y espera no bajarse nunca.

3 comentaris: Leave Your Comments

  1. Habrá que seguir de vez en cuando esta brújula.
    Un abrazo desde bcn

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  2. Me ha recordado un poquito a lo que estoy leyendo ahora, "La invención de la soledad" de Auster. Me ha gustado mucho. Cuídate! Maribel

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  3. pues habrá que leerlo.
    que ilusión, tú por aquí. un abrazo, maribeloide!

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